Revista de Prensa. El PENTAURO, un ejercicio de 'buenismo' taurino. Por Antonio Lorca El Plan Estratégico Nacional para el Fomento y la Protección de la Tauromaquia (PENTAURO), presentado el pasado jueves por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ha vuelto a encandilar a los distintos sectores taurinos, como ya ocurriera con la ley que declara la tauromaquia patrimonio cultural.
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Resumen del Pentauro |
Es un amplio documento de casi cincuenta páginas en el que se recogen las propuestas de matadores de toros, banderilleros, empresarios, ganaderos, juristas, periodistas, universitarios, escuelas taurinas, algunas comunidades autónomas, la Federación Española de Municipios y Provincias y la Administración General del Estado. Como todos, a excepción de las asociaciones de aficionados, se sienten reflejados en sus reivindicaciones, el texto ha sido refrendado por una inmensa mayoría.
Y bien es cierto que el PENTAURO es el evangelio taurino. En él están contenidos los mandamientos que hay que cumplir para que la fiesta de los toros, -la tauromaquia, según la terminología legal-, vuelva a resurgir de sus cenizas y recupere el prestigio de antaño y el honor que hoy se le debe reconocer como elemento cultural de primer orden. El problema, quizá el verdadero problema, es que esta medicina milagrosa aparece cuando el enfermo tiene las defensas muy bajas y el mal parece ya incurable; y cuando sus protagonistas están contagiados por un conservadurismo transnochado y un egoísmo repelente.
Cinco ejes
De ahí, que los cinco ejes, con sus correspondientes programas y medidas en los que se estructura, configuren un conjunto de objetivos teóricos y deseables, muchos de los cuales se presentan claramente inalcanzables en función del momento que atraviesa el espectáculo taurino.
Bueno es, sin duda, que un Gobierno asuma la tauromaquia como problema que requiere análisis y soluciones, le dedique tiempo e imaginación y trate de amparar a los millones de ciudadanos que la sienten como algo propio. Bueno es que un grupo de respetables expertos se devanen los sesos para plasmar en un papel los caminos que debe seguir la tauromaquia si pretende pervivir en los próximos años. Así, el trabajo resultante es, con sus conflictos, estimable, plausible y necesario; ilusionante e ilusorio, también, en gran parte de sus cometidos.
El punto de partida está cargado de interés: la consideración de la tauromaquia como patrimonio cultural y fenómeno económico habilitan al Estado para proponer un plan para el fomento de las actividades artísticas, creativas y productivas que la conforman. Y sigue: además de cultura, la tauromaquia es un sector económico de primera magnitud, con incidencia en los ámbitos empresarial, fiscal, agrícola-ganadero, medioambiental, social, generador de empleo, industrial y turístico.
Pero, a continuación, se produce la primera carencia porque el diagnóstico de la fiesta es blanco, vago, impreciso, incompleto y políticamente correcto. Se entiende, no obstante, que así sea para no molestar a ninguno de los que después dieron su aprobación al texto.
Asegura el documento que existe consenso (¿?) en el sector sobre una necesaria renovación interna y de posicionamiento estratégico frente a la sociedad; que falta unidad -es verdad-, y que sufre 'cierto' inmovilismo; se refiere, además, a la multiplicidad de competencias administrativas, a las dificultades que padecen muchos profesionales a la hora de cobrar, a la disminución de espectadores, y a la emocion y el riesgo, como núcleo esencial del festejo taurino; añade que falta integridad en 'algunos' espectáculos; que existe un problema de comunicación de la tradición y los valores de la tauromaquia, 'enfatizada por cierta sensibilidad social de protección de los animales', constata la ausencia de subvenciones oficiales, y cita casi de pasada la 'disminución' de espectáculos retransmitidos sin hacer mención de TVE, que, desde año 2006, solo ha retransmitido dos corridas de toros.
La primera conclusión es contundente y de perogrullo: hay que lograr que el producto taurino sea más atractivo; y promover una fiesta más abierta, viva y participativa, cercana y accesible, con capacidad para adaptarse a los tiempos y a los cambios políticos, sociales, económicos y culturales. ¡Evidente...!
Y llega el capítulo de los cinco ejes, donde aparece el 'buenismo' oficial, tan cercano a los Gobiernos acomplejados con la fiesta de los toros.
He aquí algunas perlas: fomentar la formación de los futuros profesionales, mejorar la casta, la bravura y la integridad del toro, trabajar por la autenticidad de la fiesta con presidentes, veterinarios y delegados más preparados; y aprobar una nueva ley taurina y un nuevo reglamento de carácter nacional.Y la guinda final: impulsar los trámites para incluir la tauromaquia en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. Por lo visto, se solucionan de un plumazo las competencias exclusivas de las Comunidades Autónomas en materia taurina, y las dificultades extremas que, con toda seguridad, encontrará la fiesta taurinas entre las paredes de la Unesco. Leer+
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