Mientras “A un lado y otro de la talanquera” se alzó con el
primer premio, “Susurra una
tradición”, de Raquel
González Hernández, de Sanse se llevó el segundo premio de 2017
S.S. Reyes. 2.7.2017.- Ya se
conocen los trabajos premiados de la XIV edición de los premios del certamen de Microrrelatos del encierro 2017. El jurado estuvo presidido por Tatiana Jiménez , concejala de Economía y
Hacienda, Desarrollo Local y Empleo y formaron parte de él como vocales: Manuel López Azorín, escritor y poeta y los siguientes representantes de la A.C. El Encierro: Manuel Durán, documentalista gráfico y presidente de la misma; Fernando Corella, humorista gráfico;
Ainhoa Izquierdo, diplomada en Turismo Internacional y Pedromaría Rivera,
músico y cohetero del encierro de Sanse, que hizo las funciones de Secretario. Después de deliberar sobre los relatos presentados
acordaron, por unanimidad, conceder los siguientes premios previstos en las
bases:
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Ángel Novillo, con barba, ya ganó el primer premio en la edición de 2014 |
Primer Premio: 400 € y Trofeo,
para el microrrelato titulado A un lado y otro de la talanquera de la
vida, de Angel Novillo Sánchez de Pedro, de Villacañas (Toledo).
Segundo Premio: 100 € y Trofeo,
para Susurra una tradición, de Raquel González Hernández, de San
Sebastián de los Reyes (Madrid).
Nominación Especial inspirada en Sanse: 100 € y Trofeo,
para Una mañana de agosto, de Ángel Silvelo Gabriel, de Madrid
Menciones Especiales: Aparte de los
premios anteriores y a la vista del nivel de los trabajos presentados, el
jurado concedió dos Menciones -sólo Trofeo-, a los microrrelatos
titulados: Sueño número uno, de Josetxo Campión Ilundain, de Burlada
(Navarra) y Un encierro limpio, de Gonzalo Terán Mazzanti, de El Casar
(Guadalajara)
Primer Premio 2017:
A un lado y otro de la
talanquera de la vida, de Ángel
Novillo Sánchez de Pedro, de Villacañas (Toledo).
Somos lo que han sido los que nos precedieron; los
que continúen serán lo que somos nosotros. En esta carrera del tiempo, donde
las saetas del reloj son más punzantes que los cuernos de los astados. Una
carrera vertiginosa en busca de nosotros mismos, con el riesgo de dejar de serlo y con el posible premio de no
conseguirlo. La dignidad alcanzada por la coherencia y la moral de la derrota:
Correr y luchar, saberse derrotado de antemano sin darlo todo por perdido. Sin
esperanza y sin miedo. Con el acicate de lograrlo.
Solo el recuerdo
nos mantiene, solo la memoria es nuestro salvavidas.
La pala del
toro choca con mi mano. Hueso y piel. Toro y hombre. Y en el recuerdo siento la
mano de mi padre que así cuando era pequeño, mientras estábamos al otro lado de
la talanquera, al otro lado de la vida. Esperando que los corredores pasaran,
que los toros pasaran. Aquella unidad tumultuosa, bicéfala y alquímica.
Yo apretaba la mano de mi padre, con miedo. ¡Ay,
sí se escapan los toros!, pero al mismo tiempo sentía la atracción, sentía el imán de las emociones, y decía: Padre, un
año estaré al otro lado de la talanquera, allí, corriendo. Venciendo al miedo.
Sintiendo la vida y no conformándome con ser un mero espectador de ella.
Hoy seguro que me está viendo desde el cielo, donde le habrá despertado
el chupinazo y se habrá asomado al otro lado de la talanquera de nubes, al otro
lado de la vida.
Segundo premio 2017:
Susurra una tradición, de Raquel González Hernández, de San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Susurra, susurra el suelo y su aliento me envuelve
en el recorrido. Se despierta el olor del valor, se santigua el cielo para que
no caiga. Noto los nervios de las talanqueras, miro fijamente reformándolas con
mis recuerdos, se dispara el cohete a una hora poco habitual en mi mente. Los
ojos bien despiertos, el corazón se descoloca de su sitio, las tripas se
envuelven y una tos me recuerda el miedo de mi mente. Pero estoy sereno, estoy
viviendo. Sé que un giro mal dado, un empujón bañado de alcohol o un inusual
inexperto me desencajarán de la vida. Sé que las sonrisas se pueden quedar en
recuerdos, que las lágrimas pueden ser el futuro de quienes me protegen, sé que
me caso con ella, con la que me hace temblar de valor, sé que ella me puede
quitar todo, pero quien no vive con la pasión no sueña, quien no está cerca del
riesgo no conocerá el triunfo. Y ya oigo sus pasos, mis músculos estirados, mi
traje de blanco y mi pañuelo de un antepasado atado a mi muñeca, necesito
respirar. Su olor, ese olor a carretera enfundada de juergas, me hace saber que
se acercan a por mí. Oigo sus contoneos, el ruido de la gente se hace eco y veo
de reojo sus cuernos a corta distancia, diríais que soy un exagerado pero
quitan el corazón de un sablazo. El corazón se acelera como cuando conoces al
amor de tu vida, la respiración se acelera como cuando llegas a la cima de tu
éxito, y por fin corro, corro atrapando mi sueño, corro delante de quienes me
dan el aire para seguir corriendo. Voy de la mano de la tradición, me sujeto al
nombre de mi pueblo, y por encima de todo amo mi pasión, mis toros entrando en
una tercera plaza con miles de apellidos que me hacen formar parte de una
familia de corajes. Y llego, y sigo viviendo, y susurra, susurra San Sebastián
de los Reyes con su recorrido un año más con miles de
historias que corren por sus suelos.
-Nominación Especial inspirada en Sanse:
Una mañana de agosto, de Ángel Silvelo Gabriel, de Madrid
Intento atravesar el espejo que todavía me separa
de ti, como hice aquel verano en el que nos quedamos sin vacaciones por culpa
de las asignaturas pendientes que nos habíamos dejado en nuestro primer curso
de la universidad. Esta vez, sin embargo, todo es distinto, porque mientras
ando por las calles de Leopoldo Gimeno, Real Vieja, Real o la Estafeta no tengo
miedo a perderte. Te busco con decisión, entre los velos de nuestro pasado, e
igual que una cometa que se desplaza a través del tiempo y va a tu encuentro.
Suspendida del aire creo que todo lo que me rodea es la antítesis del mundo
terrenal del que me he escapado. A pesar de todo, algo falla, porque antes de
llegar a “La Tercera” oigo tu voz, pero la percibo igual de lejana que ahora
nos queda aquel día de agosto de 1978, cuando me cogiste de la mano y me
dijiste que me querías. Y como a ti te gustaba tanto el riesgo, lo hiciste en
plena carrera del encierro, entre pañuelos rojos y camisas blancas que no
entendían lo que allí estaba sucediendo. Y cuando terminó de pasar la manada te
lanzaste sobre mí y me besaste como sólo lo hacen aquellos a los que les ha
sido concedida la dicha del hallazgo de las grandes emociones dentro de las
pequeñas cosas, pues nos quedamos parados igual que dos luciérnagas que sólo
quieren depositarse en una pequeña parcela de la senda de los sueños. Y así,
año tras año, en las fiestas del Cristo de los Remedios repetimos nuestro beso
durante el encierro; una muestra de cariño que, con el transcurso del tiempo,
se convirtió en uno de los clásicos de nuestra peña. Y, entre recuerdo y
recuerdo, y mugido y mugido, todavía me cuesta despedirme de este lugar en el
que tantas veces fui feliz a tu lado. Pero ahora, mi alma de mujer necesita
reencontrarse contigo al otro lado del espejo, para de ese modo, rememorar el
verdadero significado de la vida, ese que nos pilló por sorpresa una mañana de
agosto de 1978, cuando el encierro era el mayor de los milagros a nuestro
alcance.
-Primera Mención Especial 2017:
Sueño número uno, de Josetxo Capión Ilundain, de Burlada (Navarra).
”Llegaba templado de Postas. Allí donde inconcretas
brumas matinales dan paso a la amanecida y al miedo; a Real, donde el toro
manda, arrolla y acongoja.
La manada de
bravos y castrados volaba abriéndose paso por la manga a velocidad endiablada.
Como cientos de veces lo había hecho,
tomé confiado aquella puñetera curva. Los astros no se habían alineado para mí
y me vi caído en el suelo magullado, inmóvil, frágil y asustado, terriblemente
asustado. El poderoso mastodonte que se había quedado retrasado unos metros y
que asomaba ya desde Postas llegó hasta mí, se paró y me miró. Me pareció verle
sonreír socarronamente.
Mi alma entera
pedía a gritos que me levantara y huyera. El corazón me latía indefenso en un
millar de caóticas pulsaciones. Un infinito microsegundo en el que creí morir.
El cárdeno, arrogante pasó de mí y me perdonó la vida.”
Desde la 315
del Infanta Cristina, oigo el estallido del cohete al que Pedro María, con su
viejo yesquero de cuerda, ha dado vida y que anuncia la hora bruja. Me ha despertado.
Sin pedir
permiso, de la entreabierta ventana me llegan melancólicos los ecos lejanos del
encierro. Bajo los cielos de Sanse, los mozos juegan ya a no morir.
Mientras, el
cisplatino gota a gota taladra mi vena y ensucia con las náuseas mi alma. Gota
a gota barrena sin piedad mis ganas de ponerme delante de un toro y que se
quede con las ganas de llevarme por
delante con el último aliento. Veintiocho de Agosto, pleno verano y una
parte de mí se ha hecho invierno. Cierro los ojos y quiero volver a dormir pero
no para descansar, si no para soñar muy muy fuerte, ansiando que este invisible
y aterrador toro me mire y como aquel cárdeno de mi sueño, pase de mí arrogante
y me perdone también la vida.
-Segunda Mención Especial 2017:
Un encierro limpio, de NGonzalo Terán Mazzanti, de El Casar (Guadalajara)
Docenas de pies
y docenas de pezuñas en caótico frenesí que tras el
chupinazo aceleran, perseguidores y perseguidos, pulsaciones desbocadas en corredores, algunos que saben lo que hacen y
otros no tanto, la pulsión animal de la manada jaleada por gritos y multitudes,
multitudes que un segundo, en un latido que parece ser eterno, se sume en el
silencio al ver un tropiezo entre varios corredores, el caos consiguiente, las
reses acercándose cual marabunta imparable de poderosos músculos y cuernos que
auguran un doloroso choque, pero finalmente, ya sea por fortuna, habilidad o
algo más, unos ruedan por el suelo, otros trepan las talanqueras y alguno se
salva hecho un ovillo sin poder saber como no ha sido pisoteado y la marea de
toros y humanos sigue por la calle real, dobla a la izquierda y baja por estafeta,
pendiente abajo, los pies volando entre la algarabía de los miles de
espectadores, ebrios unos de emoción y muchos otros de espirituosas bebidas,
todos contentos, animando a esos corredores que por breves segundos sienten,
modernos gladiadores, lo más cercano que nunca tendrán a un amago de fama, de
una gloria eterna por lo general reservada a deportistas, actores o músicos,
hasta que entran en “La Tercera”, derramándose,
dispersándose por el ruedo, por suerte sin apelotonamientos y sin heridos, todos
a salvo, provocando un involuntario suspiro de Alberto, que desde su puesto,
junto a la ambulancia, se alegra de no tener que trabajar, por mucho que le
apasione su trabajo, extraña dicotomía de emociones
a la que se enfrenta cada día, sobretodo durante las fiestas, cuando cualquier
cosa puede pasar pero no debería.
Sólo quedan
cinco días más y espera que sean tan tranquilos como este.
San Sebastián de los Reyes. Sanse. (Madrid), 1.7.2017.-
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info: +34 617 544 268