La Nominación Especial inspirada en Sanse recayó en el relato titulado Mañana más, de Mario Gómez, de Sonseca, (Toledo)
San Sebastián de los Reyes, 8 de julio de 2023. El jurado ha hecho
público su veredicto sobre la XX edición de los premios literarios sobre el
encierro de Sanse. Dicho jurado estuvo presidido por Carlos Bolarín, delegado de
Festejos del ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, y formaron parte de
él, como vocales: Manuel López Azorín, escritor y poeta; Esteban Cano,
escritor, y los siguientes
representantes de la A.C. El Encierro: Manuel Durán, documentalista gráfico y presidente
de la misma; Fernando Corella, humorista gráfico, y Ainhoa Izquierdo, que hizo
las funciones de Secretaria.
¡Que viene¡, de Pedro Mancebo (2022)
Después de deliberar sobre los 153 microrrelatos
admitidos en el plazo establecido, los miembros del jurado acordaron, por
unanimidad, conceder los siguientes premios previstos en las bases:
Primer Premio: 475 € y Trofeo, para el
microrrelato titulado Temple, de Arturo Moretón Sanz, de San Miguel del Arroyo
(Valladolid)
Segundo Premio: 175 € y Diploma, para Diego
Serna Somoza por su reato titulado Raíces, de Diego Serna Somoza, de Laguna de Duero (Valladolid)
Nominación Especial inspirada en Sanse: 100
€ y Diploma, para Mañana más, de Mario Gómez, de Sonseca (Toledo)
-Los textos de los microrrelatos
premiados son los siguientes:
Primer Premio: Temple
Era agosto, el sol calentaba con ganas.
Las gentes se afanaban en las últimas tareas del verano. En las eras, niños y
grandes, hombres y mujeres movían los haces, las parvas y los sacos de grano.
Los carros iban y venían con los frutos de la cosecha. No había tiempo para el
descanso, pues una nube podría mojar el grano. Todo el mundo trabajaba sin
tregua.
Fue Juan el que primero dio la voz -ya
vienen-. Era delgado y fino, 12 años,
ojos brillantes, de los que estudian poco, y aprenden mucho. Y como a la
mayoría de los chicos en aquellos tiempos, le tocaba buscarse la merienda, y él
era hábil cogiendo nidos y poniendo lazos.
El aviso llegó rápido y todo se detuvo.
Por el camino del oeste se veía a dos caballistas con las picas en alto, detrás
venían los toros y los bueyes, y cerrando, dos caballistas más.
Los chicos se subieron a las tapias de un
huerto que había a la entrada del pueblo. Los demás buscaron la posición más
segura que pudieron.
La manada ya estaba entrando en el
pueblo. Juan estaba en las tapias del huerto, pero sabía que ese no era su
sitio, este año no. El mayoral que venía en cabeza lo vio, casi antes de que
empezara a moverse, conocía bien el oficio, había pasado muchos pueblos
llevando toros.
Juan había bajado de las tapias y se
dirigía a la manada. El mayoral situó su caballo en el flanco, protegiendo los
toros.
− Aparta chico, estos son bravos −. El
mayoral alzó la pica para darle un varazo, pero Juan se había quedado parado,
con los pies firmes, mirándole de frente, con los astados a pocos metros. El
gesto no era agresivo, ni altivo y mucho menos alocado.
El mayoral conocía esa expresión y detuvo
el golpe, sabía que viene del miedo, pero de ese miedo que empuja, que mantiene
alerta todos los músculos del cuerpo y que transmite valor. Era la expresión
del temple. Se miraron unos segundos y no hizo falta decir más. El mayoral giró
su caballo para volver a ponerse en cabeza. –Vamos a Sanse, mañana los
encerramos allí−. Juan asintió, ambos sabían que volverían a verse.
Segundo Premio. Raíces
A lomos de su inseparable caballo tordo,
el viejo mayoral adelantó el pasó.
Tras él, la manada de toros y mansos,
desdibujada bajo la neblina del último amanecer de agosto, pacía tranquilamente
en el último descansadero de la sierra, camino de San Sebastián de los Reyes.
El rictus del hombre, curtido en la dureza del campo, reflejaba con exactitud
los pensamientos que parecía rumiar con mayor intranquilidad que la que
mostraban los astados. Manuel, su joven alumno aventajado, pronto le ganó
altura y se situó a su lado.
Piense, padre, que las nuevas jaulas facilitarán
el traslado de las próximas corridas.
Consciente del sentimiento de melancolía
que embargaba a su progenitor, se dirigió a él con la paciencia y discreción
que le había enseñado la cría del toro bravo.
Ambos sabían que aquel sería el último encierro
de su vacada tras la irrupción del ferrocarril que pondría fin a la añeja
costumbre de trasladar a pie el ganado.
Ojalá tengas razón... musitó, sosteniendo
una brizna de paja entre sus labios fruncidos. Pero si esto desaparece, se
pierde la base. Y recuerda, hijo, nada se mantiene sin base.
No terminó de pronunciar aquellas
palabras cuando espoleó su caballo y, pica en mano, condujo por última vez la
manada a través de la sierra.
Envuelta en la polvareda del camino, la
figura del viejo mayoral desapareció rumbo al pueblo, sin sospechar que el eco
de su advertencia se transmitiría como una generosa herencia, guardiana de la
tradición que a causa de los nuevos tiempos había temido perder: el encierro.
Mención Especial Sanse. MAÑANA MÁS…
-Hoy
es un día diferente. La mañana ha amanecido demasiado temprano. El olor a café
no presagia reuniones, ni transporte público, ni llamadas estresantes, ni
reuniones banales o interminables. Hoy es día de correr toros, hay encierro en
Sanse. Juan se anuda en su muñeca derecha el pañuelo que siempre le ha dado
suerte. En la izquierda una pulsera le recuerda a Iñaki, su íntimo e
inseparable amigo que el toro de la carretera arrolló cuando marchaba a correr
un encierro en la Alcarria. - P*** carretera, que siempre se lleva de golpe a
quienes no tienen culpa, recuerda mientras besa la medallita de la Virgen del
Pilar que cuelga de ella. Un café con leche, mientras repasa las redes sociales
y una última mirada al hogar, donde espera regresar, sin tener la certeza de
que lo hará. Se cierra la puerta de la casa.
Atrás quedan fotos en las estanterías,
recordando certámenes y concursos. Recortes, quiebros y saltos, tantos y tantos
trofeos que decoran su casa. Metal, madera y mármol, con el mayor de los
valores, no el económico, sino el sentimental. Ahora no valen nada, porque cada
vez que te diriges a correr un toro, no queda nada de lo que ya hayas
alcanzado. Solos tú y él, con la desnudez de su fiereza, y la sapiencia de tu
experiencia. Suena el cohete, sube la adrenalina, las pezuñas en el asfalto
resuenan en la cabeza y el corazón se acelera sabedor que nunca se está lo
suficientemente preparado para hacer frente a las acometidas. La adrenalina
anestesia esa sensación, pero a la vez se convierte en adictiva.
La
carrera va rápida, limpia, al finalizar hoy son todo alegrías y felicitaciones.
Por desgracia no siempre es así. La primera llamada “a los míos”, -Que sepan
que todo ha ido bien-. Hoy su mujer, su madre, sus hermanos descansan, Juan
llega a casa a comer con la satisfacción de haber disfrutado delante de la cara
del toro, pero… ¿y mañana? Mañana más, se despide de sus compañeros en este
pueblo de Madrid. Es lo que tiene estas
fechas, hay que aprovechar que todos los días hay toros, sonríe. Al día
siguiente nuevas embestidas por desentrañar y nuevos caminos por descubrir,
porque en el toro, a pesar de volver a los mismos lugares, cada día es una
experiencia completamente nueva.
Nota:
Desde la AC. El encierro de Sanse queremos
agradecer y dar la enhorabuena a los tres premiados, a los miembros del jurado,
así como al resto de los participantes, especialmente a las decenas de
escritores que nos han mandado sus relatos desde distintos países hispano américanos.
+info. encierrosanse@gmail.com