Cuestión de lealtad, de Manuel Laespada, de Albacete, Primer Premio de del XIX Concurso de Microrrelatos (2022), convocado por la Asociación Cultural El Encierro de Sanse . Ver la noticia en Canal Norte TV
San Sebastián de los Reyes, 8 de julio de 2022. El jurado estuvo presidido por Miguel Ángel Martín Perdiguero, Vicealcalde y delegado Festejos y Turismo del ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, y formaron parte de él, como vocales: Manuel López Azorín, escritor y poeta, y los siguientes representantes de la A.C. El Encierro: Manuel Durán, documentalista gráfico y Presidente de la misma; Fernando Corella, humorista gráfico, y Ainhoa Izquierdo, que hizo las funciones de Secretaria.
Después de deliberar sobre los microrrelatos presentados en el plazo establecido, acordaron, por unanimidad, conceder los siguientes premios previstos en las bases:
Primer Premio: 375 € y Trofeo, para el microrrelato titulado Cuestión de lealtad, de Manuel Laespada, de Albacete.
Segundo Premio: 150 € y Diploma, para Virtuoso, de Iván Humanes, de Cornellá.
Nominación Especial inspirada en Sanse: 125 € y Diploma, para La cicatriz, de Lourdes Aso, de Jaca.
-Los textos de los microrrelatos premiados son los siguientes:
Primer Premio. CUESTIÓN DE LEALTAD, de Manuel Laespada. Albacete
Seguro que este año los encierros retomarán su fuerza centenaria. Estas dos últimas ediciones, por culpa del maldito bicho, habían languidecido. Manuel no se había perdido los encierros de Sanse desde que tenía uso de razón. De su padre heredó ese gusanillo que se le metía en el estómago un par de horas antes de iniciar la carrera -siempre en el tramo de la calle Real- y no se le iba hasta varias horas después, con lo que la última semana de agosto era una semana frenética para él y un continuo ¡ay! para su madre. Todos los años, después del encierro acudía puntual a la puerta grande de La Tercera e iniciaba su breve jornada laboral que le reportaba importantes ganancias. En los dos últimos años cambió su afamado atril, las láminas plastificadas, su paleta y los pinceles acrílicos con los que caricaturizaba a los forasteros que acudían al encierro por una destartalada mesa de campo y playa, unos rotuladores del todo a cien y un cenicero pedigüeño con unas pocas monedas a modo de reclamo en el que rezaba la leyenda “estuve en los encierros de Sanse y me acordé de ti”. Los dos últimos años, por la voluntad de los viandantes, ofrecía a los nostálgicos que se acercaban hasta él unas mascarillas en las que dibujaba unos labios histriónicos con sonrisas luminosas que -decía- eran el esperanzado presagio de un regreso. Este año, por fin, con bicho o sin bicho, volverán los encierros, nuevamente se mezclará el colorido de los corredores con la adrenalina y corazones acelerados coquetearán con los resoplidos de los morlacos. Este año por fin, volverá la normalidad.
Segundo Premio: VIRTUOSO, de Iván Humanes. Cornellá
Lo podría explicar detallando esto y lo otro, pero no creo que pueda. Es decir, puedo contarte que lo mejor es tener un buen sitio, correr delante del animal y siempre tener ojos en la nuca, saber cuándo uno debe retirarse. Hacerle caso a los expertos, vamos. Pero aunque te contase eso mismo, y dijera que la adrenalina en ese momento es síntoma de libertad, de unión con el animal y celebración de la vida; no se me acabaría entendiendo. Por eso mejor no contarlo del todo, sino dar pinceladas y esperar al virtuoso. Él puede guiarte. Siempre aparece en estas carreras, en los encierros de Sanse. Es posible que lo acabes viendo, o que te hablen de él. Muchos dirán que es una leyenda propia de corredores, que en verdad el virtuoso no existe. Pero él sí que te puede hablar de la experiencia, y mucho más: puede hacerte sentir la experiencia. Suele tener contacto solo con los que se inician. Algunos cuentan que su camiseta esconde unas pequeñas alas en la espalda, y que en verdad es un ángel que suele dejarse caer en las carreras porque siempre lo ha hecho. Es su costumbre; también su deseo continuo, desde el inicio de los tiempos. El virtuoso lleva camiseta roja, solo puedo decirte eso. Y que si tienes la suerte de correr a su lado notarás todo el legado, el peso de nuestra historia; la explosión de la vida. Suerte.
A finales de agosto celebro mi segundo cumpleaños. Desde que en el encierro de San Sebastián de los Reyes agoté la séptima vida entre Leopoldo Gimeno y Real Vieja. Primero fue ese deseo de correr. La descarga de adrenalina. La sensación de invulnerabilidad. Después llegó la caída y el asta clavándose en la pierna. Me acurruqué esperando la estocada mortal. Escuchaba el aliento fatigado del animal que tomaba resuello para continuar la carrera. Sentí la humedad sobre mi nuca. La guadaña afilada para el remate final. Pensé en la estupidez humana. En la cantidad de cosas que me faltaban por hacer. En una segunda oportunidad si el toro me perdonaba la vida. Durante unas milésimas de segundo hablamos el mismo idioma. Sentimos el mismo miedo que precede a la muerte. Sus ojos colándose dentro de mi alma. Mis ojos suplicándole clemencia. Él fue el último en entrar en el corral. Yo el primero en terminar la carrera en ambulancia. Cada veintiocho de agosto, la cicatriz parece despertar. Pica como condenada durante los pocos minutos que dura el encierro. Sé que no hay una explicación lógica a ese hormigueo que me recorre al observar desde la barrera a los corredores, salvo el ansia descabellada de estar delante del toro. Pero la pierna ortopédica lleva otro ritmo. El síndrome del miembro fantasma aparece para recordarme que ambos perdimos y ganamos aquel día en el que volví a nacer.
Para +info: 690276112.
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