El jurado estuvo presidido por el concejal de
Festejos Ismael García, formando parte de él como vocales el Cronista de San
Sebastián de los Reyes, Santiago Izquierdo;
el escritor Manuel López Azorín;
el dibujante Fernando Corella; la representante de la
AC. El Encierro Ainhoa Izquierdo y Pedro María Rivera, músico y cohetero del
encierro de Sanse, que hizo las funciones de Secretario. Después de deliberar sobre los 31 relatos
presentados acordaron por unanimidad
conceder los siguientes premios previstos en las bases de la X edición correspondiente a 2013 :
Primer Premio: 450 € y Trofeo para para el microrrelato titulado “Dos minutos quince segundos”, de José Javier Campion
Ilundáin, de Pamplona
Segundo Premio: 150 € y Trofeo para “El encierro de tu vida”, de Juan Carlos Pérez López, de Bormujos
(Sevilla).
Aparte de estos dos premios, y a la vista del nivel de los
trabajos presentados, el jurado concedió dos
Menciones Especiales -sólo trofeo- a los microrrelatos titulados: “Los ojos del ángel”, de Carlos Erice
Azanza, de Pamplona y “27 de agosto de 1967” , de Roberto Martín Arroyo y Susana
Fuentes Arcos, de Alcobendas (Madrid).
Los premios se entregarán en un acto que tendrá lugar en
vísperas de las fiestas patronales de Sanse, en enero de 2014.
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Primer
Premio 2013. "Dos minutos y quince segundos", de José Javier Campion
Ilundaín, de Pamplona
-¡Puerta buey, puerta buey! Vaya, parece que nos dan
los buenos días. Como cada madrugada, en esos días de Agosto, espero
impaciente. ¡Toro, toro! Resuena al compás de las varas. Pienso: ya están
moviendo a los bravos!! Pedro María siempre puntual a la cita. Estallido de
locura en el cielo y tiempo de tragicomedia en las calles. La fiesta se detiene
apenas dos interminables minutos. El correr del portón rojo da paso, tras la amanecida
al miedo. ¡Vamos, vamos! A trote cochinero para arrancar sensaciones. Delante,
nada ni nadie.
-Sólo el sol que trémulo, da afirmación a lo efímero. Curva a la izquierda, los primeros chavales, y otra vez, curva a la izquierda. En la temida estrechez de la cuesta, mozos valientes de corazón apuran su verdad unos pocos metros. Máxima emoción en la manga.
-¡Sorpresa! Curva a la derecha, de sopetón. Cuartos
traseros al ruedo, cerrar de ojos y aguantar el tozolón. Ahora, magullados y
asustados, a tirar de coraje, poner el tranco a todo tren y a por la
chavalería.
-Calle complicada. ¿Cabemos todos? ¡Joder! ¡Otra
vez! No espabilamos. Curva imposible a la derecha. Uf! De esta nos hemos
librado. Ya no hay Carrito de los Siete Magníficos. Hay luz y el colorado, pone
tierra de por medio y sale de la manada. ¡Va toro! ¡A por ellos! Entregado y
furioso, él manda. Y en su poder incontrolado se estrella contra la talanquera
en la última curva hacia la izquierda.
-¡Desconcierto! Toca templar tranco cuesta abajo.
Bellas imágenes, de los mozos gustándose. Haz de cuchillos a la espalda. ¡A por
la Tercera !
Tensión, estrecheces. Los pastores arreando a la manada y de la oscuridad a la
luz. Atravesamos la dorada arena. Atrás queda la locura. Todo ha terminado. El
silencio se adueña del momento. Tembloroso y sudoroso, el colorado me pregunta:
- Eh, viejo cabestro. ¿Qué tierra es esta?
- Es Sanse y están de fiestas.
- Bueno, esto ya se ha terminado. ¿Volvemos a casa?
Y yo en mi triste sabiduría desvío la mirada
avergonzado y contesto:
- No, no se ha terminado. Todavía te queda la
tarde. Hoy, no vas a casa.
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Segundo
premio 2013. "El encierro de tu vida" de Juan
Carlos Pérez López, de Bormujos, (Sevilla).
Por qué ibas a sentir nervios, o miedo, si en
realidad habías esperado este momento durante años?. Nada, nada de impulsos
descontrolados o accesos de terror; todo está bajo control, bajo tu absoluto
dominio. Te sientes muy bien, muy a gusto; incluso podría decirse que este
instante es poco menos que un desagravio por los continuos aplazamientos,
prorrogas inevitables que, por una u otra causa extraña o natural, habían
dejado escorado tu sueño en un callejón de improbable salida. Pero ahora todo
está dispuesto sobre la cama. Hoy es tu día, el gran día de tu vida. Sientes un
cosquilleo en el estómago. Cuántas veces preparaste sus ropas… Cuantas veces te
quedaste con las ganas de vestirte igual que ellos… Hoy te toca a ti. A tus
sesenta y cuatro años es la primera vez que vas a correr un encierro de toros.
El bullicio de la gente se cuela por las balconadas de tu casa, abiertas de par
en par para recoger el ambiente festivo de la calle y soltarlo por los pasillos
y habitaciones de tu hogar. Un gusanillo vuelve a hormiguear en tu estómago. La
cercanía de la hora atusa tus nervios un poco, pero no tanto como para causarte
un estado de zozobra incontrolable; ni mucho menos. Te acicalas delante del
espejo: te vistes con la camisa y el pantalón, blancos como la nieve. Calzas
las alpargatas. Pintas tus labios de rojo, aplicas sombras de ojos… espolvoreas
tu rostro para disimular una blancura que nada tiene que ver con el miedo. Te
pones la gorra. Besas la medalla que llevas colgada del cuello y das rienda
suelta, entre murmullos, a una retahíla de oraciones que recitas de memoria
desde tu niñez, con la que ganas seguridad en los momentos de zozobra o
angustia. Ya no hay tiempo para arrepentimientos; la suerte está echada. El
reguero de humo del cohete araña el límpido cielo. El estruendo retumba por las
calles del pueblo. Aloirlo, das un pequeño saltito y aprietas el botón del
mando cilíndrico de la Wii ,
artilugio que llevas en la mano como si fuera el periódico enrollado y
providencial de los lances que evitan cogidas. En la pantalla del televisor se
inicia el encierro virtual en el que vas a correr por vez primera. Poco a poco
vas cogiendo velocidad… Peligro. Ya se acercan los astados; sientes cómo bufan
en tu trasero…
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Mención Especial 1.- 2013 - "Los ojos del ángel",
de Carlos Erice Azanza, de Pamplona
Sé que no lo hago bien. Sé que no se debe actuar
así, lo sé, me lo han explicado muchas veces, demasiadas, pero no puedo
evitarlo. Sé que debo mantener los ojos abiertos, bien abiertos, permanecer
atenta a todos los detalles, ver por dónde llega cada toro, cada corredor.
Pero no lo consigo.
Nunca.
Por más que lo intente.
Una mano aferrada a la madera, la otra a la de mi
compañero más próximo.
Mis ojos cerrados.
Cerrados.
Hasta que, por fin, suena el último cohete y llega
por radio el anhelado «sin novedad».
Sin novedad.
Gracias.
Ya puedo abrir mis ojos, recoger la camilla y
volver a la ambulancia.
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Mención Especial 2.- 2013. “27 de agosto de
Antonio entró al bar ventillero que frecuentaba con altanería y cordialidad. Y mientras su boca se acercaba trémula al primer sorbo, su cuerpo se inundaba del recuerdo de la piel prohibida que había amado horas antes. El locutor de Cadena Azul de Radiofusión interrumpió sus pensamientos. El informativo concluyó anunciando el encierro y la corrida del día siguiente, 27 de agosto de 1967, en San Sebastián de los Reyes, con toros de Filiberto Sánchez.
La noche envolvió con su tibio manto las revoltosas calles de Madrid. Y Antonio, aun sabiendo que las jaranas ahuyentan soledades de madrugada que renacen con el día, se dejó arrullar por el desarraigo. Y, tras el baile y las copas, embravecido y desolado al saberla durmiendo con otro hombre, se sentó al volante de su Seat 850 y emprendió camino a “Sanse”. En su estómago bullía el calor del vino y en su cabeza la ceguera de los celos, que galopaban a la velocidad que se acercaba el amenazante sonido de la manada.
Una pesada confusión atenazó sus pies y, por un momento, le perdió la cara a la vida y sintió su cuerpo caer, como plomo. El limpio cielo que abraza el alba fue lo último que vio antes de rendirse a un reconfortante y frío sueño. La luz cenital de la enfermería violentó su inconsciencia. “Mi cara, doctor, no permita que me deforme. Me han contratado en el Torres Bermejas”. Poco o nada parecía importarle su cornada en el pulmón, sólo quería salvar su rostro, su carta de presentación, su modo de vida, recorrido por la bravura y el desamor.
El Torres Bermejas se vistió de terciopelo para la reaparición de “Antonio, el guapo”, a quien la cicatriz le había hecho crecer en atractivo y leyenda. Las luces se apagaron. Y él renació. Sus tacones marcaron el compás de los primeros rasgueos y, en la primera mesa, con su esposo, enjoyada y rota, una hermosa mujer regalaba sus lágrimas al terrible puñal del amor no satisfecho.
Hola. Me ha encantado el relato ganador, enhorabuena. Los demás tampoco son malos, pero…
ResponderEliminar¿No os parece que el último de todos es el más emocionante?
Me he quedado con ganas de seguir y seguir leyendo.
Un saludo.
Hola Javier, pues la verdad es que son todos muy buenos pero quizás tengas razón. El último es el que más me ha llenado. Un saludo.
ResponderEliminarEnorabuena a los ganadores. Lo cierto es que la mención especial no le hace justicia alguna al último de los escritos. Estoy totalmente de acuerdo con las dos personas que han comentado anteriormente. Desde mi humilde punto de vista creo que ese relato tiene más valía literaria y también un trabajo de documentación importante. Es más profundo y muy bien escrito.
ResponderEliminarA mí me gustan los cuatro. Enhorabuena a todos.
ResponderEliminarA mí el que más me gusta, con diferencia, es el de "27 de agosto de 1967", pero esos chicos ganaron el año pasado con un relato que se llamaba "Misa de 8", que estaba muy bien.
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