El jurado del certamen literario de 2019 - XVI edición- estuvo presidido por Miguel Ángel Martín Perdiguero, Vicealcalde
y concejal de Festejos y Turismo del ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes y formaron parte de él, como vocales: Manuel López Azorín, escritor y poeta,junto con los siguientes representantes de la A.C.
El Encierro: Manuel Durán, documentalista gráfico y Presidente de la
misma; Fernando Corella, humorista gráfico; Ainhoa Izquierdo, diplomada en
Turismo Internacional y Pedromaría Rivera, músico y cohetero del encierro de
Sanse, que hizo las funciones de Secretario.
Después
de deliberar sobre los relatos presentados acordaron, por unanimidad, conceder
los siguientes premios previstos en las bases:
Primer
Premio: 400 € y Trofeo,
para el microrrelato titulado A un click, de José Javier Campión Ilundain, de Pamplona (Navarra).
Segundo
Premio: 100 € y Trofeo, para La imagen de un
sentimiento, de Antonio
Martínez Galán, de San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Nominación
Especial inspirada en Sanse: 100 € y Trofeo, para La sombra del miedo, de Gema Moreno
Fernández, de San Sebastián
de los Reyes (Madrid).
Menciones
Especiales: Aparte de los premios anteriores y a la vista del nivel de
los trabajos presentados, el jurado concedió dos Menciones
-sólo trofeo-, a los microrrelatos titulados:
- El solar
patrio, de Juan Molina
Guerra, de Ubrique (Cádiz).
- Correr,
sentir, de Esteban Cano
Fernández, de San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Primer Premio 2019:
A un click, de José Javier Campión Ilundain, de Pamplona (Navarra).
Cada atardecer, cada día, desde hace tres años
me acerco a merendar con mi abuelo, Vicente. En su cabeza algo hizo “click” y su vida, su esencia, sus recuerdos se llenaron de brumas.
Entre galleta y galleta me mira sonriente y estos aparecen de nuevo llenando y
empapándolo todo: la habitación, los sentidos, nuestras almas, sus ojos, mi
pena.
Es en
ese momento cuando me habla de Pedro María, el cohetero. En su atalaya de la
calle Real teniendo a miles de almas impacientes esperando el sonido del
cohete. “Esta mañana la amanecida y el miedo son
cárdenos”, parecía advertir su estallido.
O de
los corrales de Payaso Eduardini y de los mozos valientes de corazón, esperando
la salida perfecta: bueyes por delante abriendo manada.
Me cuenta historias de Miguel, aquel pastor
menudo y enjuto que al grito de; “Venga, venga” y
a golpe de avellano intentando llevar a mandamiento al toro rezagado,
consiguiendo que la torada volase hermanada bajo los cielos de Sanse.
O de
su amigo, Julián. Mozo chaparro y corajudo con el que cien, doscientas veces
compartió manga en Postas jugando a no morir.
Y con
la emoción de la primera vez que lo vio de chaval, siempre me habla del Carrito
de los Cinco Magníficos al principio de la calle Real. “Qué cojones
tenían aquellos”, me dice siempre.
Incluso hay momentos en los que con la emoción me parece percibir el
olor a orines y boñiga de toro.
De pronto, su
cabeza vuelve a hacer “click”. Las brumas lo
envuelven todo de nuevo. Sus recuerdos, su vida, su esencia. Mi abuelo Vicente
se queda vacío. Tomo su mano y en silencio, galleta a galleta seguimos
merendando.
Segundo premio 2019:
La imagen de un sentimiento, de Antonio Martínez Galán, de San Sebastián de
los Reyes (Madrid).
Los nervios intimidan. Ya he tomado mi posición. Tengo claro que
mi tramo será desde el antiguo Banco Central hasta donde la tradición ubicaba
la mesa de unos valientes que no se movían durante el encierro, pasando por la
esquina del bar donde los amigos se quedan sentados para no pagar el desayuno.
Tengo claro que es una de las zonas con más historia del encierro.
El
trazado de los toros está en mi cabeza…son muchos años, pero algún despistado,
un paso mal dado, un empujón que no esperas y todo cambia.
Miro
a mi alrededor y todos tenemos la tensa sonrisa de quien sabe que es el
momento, que no habrá otro igual, que en el instante que tengamos a la vista la
cornamenta de los morlacos, disfrutaremos de esos segundos en los que la vida
da la oportunidad de vivir al límite.
Esa
adrenalina hace que el corazón se salga del pecho, que las piernas no se
sientan, que escuches las pisadas de los animales y veas en las caras de los
que llevas a tu lado una mezcla de sufrimiento por la carrera y satisfacción de
estar ahí. Pero sobre todo, hace que te fijes en el punto en el que saldrás del recorrido.
El
cohete ha sonado, los temblores comienzan. El recorrido es tan largo y el
tiempo tan corto.
Ya
los veo a lo lejos, veloces y cabeceando como siempre. Fijo la vista en el
balcón que marca el punto de partida. Están llegando, tomo como referencia la
bonita cabeza del primer toro que viene adelantado a la manada, pero un mozo se
cruza por delante.
En
ese momento hago CLICK. La suerte está echada.
Han
sido más de quince años corriendo los encierros de mi pueblo y la tensión a la
hora de hacer una fotografía que describa el sentimiento, es la misma.
Nominación Especial’2019 inspirada en Sanse:
La sombra del miedo, de Gema Moreno Fernández, de San Sebastián de
los Reyes (Madrid).
Sonó el chupinazo como un disparo y cayó abatida en el sofá. No quiso
verlo por televisión, no hacía falta. Cerró los ojos y podía escuchar el
silencio del gentío, el respirar agitado de los corredores, el desenfrenado
galopar de las zapatillas y el mugir de las reses. Después llegaron los
primeros gritos ahogados con una caída que quedó en susto en la subida por Real
Vieja y el estruendo de varios morlacos que derraparon contra la talanquera
doblando a Postas.
Su hija no estaba allí y suspiró, llenando de nuevo los pulmones para
continuar apretando lo dedos de una mano contra otra hasta clavarse las uñas. Recordó
el desayuno en la cocina unas horas antes.
-
Este año me voy a hacer el tramo de Real. Es una recta, podré volar y salirme
antes de Estafeta- le dijo mientras se ataba las zapatillas tras recogerse la
melena- No te preocupes. Todo es tan rápido que no da tiempo a que pase nada-
intentó tranquilizarla al observar cómo su madre seguía mareando el café.
Podía verse en sus ojos cuando tenía 20 años, a diferencia de que su
hija nunca contemplaba la posibilidad de un mal final. Su optimismo era su
fuerza desde niña y ahora era toda una mujer a la que nada podía frenarla.
Levantó la vista y leyó la cita de Kiyosaki en el calendario: “No dejes que el
miedo de perder sea mayor que la emoción de ganar”. Entonces sonrió y envidió
aquella determinación que ella nunca tuvo.
El sonido del móvil la puso en pie. Tropezó con todos los cachivaches
del bolso hasta cogerlo. Para entonces ya había rezado un universo, al que dio
las gracias cuando leyó por whatsapp:
-
“Mamá, estoy bien. ¡Qué pasada! ¿Me viste en la tele?”
- “Yo te
veo en todas partes, hija”, escribió aún temblando.
Primera Mención Especial 2019:
El solar patrio, de Juan Molina Guerra, de Ubrique (Cádiz).
No era aún la
del alba cuando Sancho se levantó sobresaltado de su lecho de hierba. Junto a
él, dormía plácidamente don Quijote.
-Señor, señor –dijo el escudero zarandeando al Caballero de la Triste
Figura-, he tenido un sueño prodigioso.
-¡Pardiez, tragaollas, sueños tenemos todos! ¿Tan importante es el
tuyo que no has podido esperar a que despertara?
-Perdonad
mi atrevimiento, mi señor don Quijote, pero creo que
este sueño no sólo iguala a las visiones que a vos os acontecieron en la cueva
de Montesinos, sino que, antes bien, las superan.
-Comienza,
pues, sin rodeos, y no te pierdas en disquisiciones, y evita, si posible te
fuera, insertar en tu relato refrán alguno.
-Lo
que he visto, mi señor, era un ejército de mozos
vestidos de blanco, que corrían entre reses bravas, y no parecía sino que
disfrutaban de su atrevimiento, con gran riesgo de sus vidas, pues no eran
desdeñables la longitud y finura de las astas de la manada. Las mesnadas de los
mozos, sin embargo, no empuñaban armas; algunos portaban un rollo de papel en
la mano en el que se adivinaban letras impresas.
-¿Pudiste ver qué decían?
-¿Cómo pudiera si no sé leer?
Don
Quijote se le quedó mirando de hito en hito. Luego dijo para sí: “Este Sancho…
Ahora comprendo que Cervantes lo pusiese a mi vera: luce más mi galanura cerca
de su tosquedad”.
Segunda Mención Especial 2019:
Correr, sentir, de Esteban Cano Fernández, de San Sebastián de
los Reyes (Madrid).
Una amiga; tan curiosa que la llamaré Minerva; me ha preguntado que porqué la gente corre el encierro asumiendo un riesgo tan grande
sin que haya necesidad alguna que lo justifique. Para explicárselo he cerrado
mis ojos, me he visto al mirar dentro de mis recuerdos: corres para lograr que
el tiempo se pare; aguantas; unos pasos más ¡Todo pasa tan despacio a toda
velocidad! Miras adelante y atrás; sigues corriendo, sin parar de mirar,
sintiendo todo lo que ves; lo que escuchas, lo que tocas; el aroma de la vida
plena; la fraternidad. Hasta decidir que picas el ticket de salida por la
izquierda para que el manso te tape la retirada y te acomode en la pared a ver
pasar la película mientras recuperas el aliento.
Buscas a los que comparten tu misma locura. — ¿Todos bien?
Miradas, abrazos, preguntas sin hablar, sensaciones con sólo una ojeada.
La Parca no está entre los que miran.
He encontrado ese sentimiento trágico de la vida del que hablaba
Unamuno, la extraordinaria levedad del ser de Milan Kundera. Superar lo
escatológico en todas sus acepciones. Sentir la vida en todos los poros de tu
piel. Sentir. Y tú me preguntas, Minerva: ¿Por qué correr el encierro? ¿Qué necesidad hay? Son sensaciones y no se pueden explicar, hay
que vivirlas, hay que sentirlas.
___________________________________
San
Sebastián de los Reyes (Madrid), 4 de julio 2019. + info: +34 617 544 268
No hay comentarios:
Publicar un comentario